Cincuenta cosas que hacer y ver en Burdeos

Por Viajando el Mapa

3 junio, 2022

Burdeos (Bordeaux) es una preciosa ciudad del suroeste francés. Conocida como la Bella Durmiente (por su potencial turístico que no acababa de despertar) o como el Puerto de la Luna (por la forma del meandro donde se asienta la ciudad bañada por el Garona), es la típica ciudad con un tamaño abarcable para conocerla en un fin de semana. En nuestra última escapada hemos recorrido de arriba a abajo la ciudad para traerte las Cincuenta cosas que hacer y ver en Burdeos, con propuestas para todos los gustos. Así solo tendréis que quedaros con las que más os convenzan, ¡o hacerlas todas!

Lo primero, comprar la Bordeaux CityPass en la oficina de turismo. Nosotros compramos la de 72 horas por 48€. Con ella entramos gratis a todos los museos y utilizamos el transporte público sin pagar nada a mayores, por lo que ahorramos tiempo y dinero.
Visitar la antigua base de submarinos de la ciudad, donde se encuentra Les Bassins de Lumières (los estanques de luces). Este centro acoge exposiciones temporales inmersivas. En la visita que hicimos nos metimos en el corazón de los cuadros de Sorolla y recorrimos Venecia. Sin duda, de las mejores cosas que hacer en la ciudad.
Subir al campanario de la Catedral, la torre Pey Berland, desde donde conseguimos una de las mejores vistas de la Burdeos.
Visitar la Cité du Vin, el impresionante museo con forma de decantador donde conocer todo sobre el mundo del vino. Y ya allí, tomarnos un vino gratis en su terraza disfrutando de las vistas.
Entrar en el Museo de Aquitania para conocer la historia de la región desde la prehistoria hasta la actualidad.
Sacar una foto del Palacio de la Bolsa reflejado en el Miroir d’eau, el espejo más grande del mundo (en invierno no funciona, y cuando hay viento la imagen no se refleja).
Comprar y probar alguna de las joyas en forma de quesos que descubrirmos en Burdeos (y en toda Francia). Nuestra recomendación es la Fromagerie Deruelle.
Realizar una cata en la Maison du Vin. Se pueden pedir medias copas, para así poder probar más vino. Además, las cristaleras del bar ya merecen la visita por sí solas.
Tomarse unas ostras en el puesto de Chez-Jean Mi en el Mercado de los Capuchinos.
Probar los famosos Canelé, el dulce típico de Burdeos. El local que nos recomendó todo el mundo, y donde acabamos comprándolos, fue Cassonade.
Probar las Dunes Blanches de chez Pascal.
Comprar una botella de vino (o dos) en L’Intendant Grands Vins de Bordeaux, LA TIENDA para los amantes del vino. S
Visitar la estatua de Goya, una réplica de la que se encuentra en el Paseo del Prado en Madrid, y descubrir que el genio vivió cuatro años en Burdeos.
Y visitar su memorial en el cementerio de la Chartreuse, ya que Burdeos fue la ciudad donde el artista falleció.
Descubrir las maquetas de barcos y el gran tiburón del Museo Mer Marine.
Visitar el museo de arte moderno de Burdeos, CAPC. Solo por descubrir el antiguo almacén donde se ubica, ya merece la pena la vistia.
Contemplar la ciudad desde la terraza del Méca.
Ir de tiendas por Sainte Catherine, la calle peatonal más larga de Europa.
Elegir qué puerta de la ciudad es nuestra favorita: Porte Cailhau, Porte Dijeaux, Grosse Cloche, la Puerta de Borgoña, la Puerta de la Moneda y la Puerta de Aquitania.
Distinguir a Juno, Venus y Minerva de las 9 musas que encontramos en el Gran Teatro. En los meses de verano se realizan visitas guiadas.
Cruzar el Pont de Pierre. La leyenda dice que 17 arcos se corresponden con cada una de las letras de Napoleón Bonaparte, su impulsor, pero parece que tan solo es una coincidencia arquitectónica.
Admirar los 114 metros de la Flèche, el campanario de Sant-Michel, que lo convirtieron en el edificio más alto del mundo en su momento.
Descubrir el porqué del nombre de la Galerie des Grands Hommes (solución: todas las calles que conducen a ella llevan el nombre de hombres relevantes como Montesquieu, Rousseau, Diderot o Voltaire).
Alucinar con el monumento a los Girondinos y distinguir la representación de la ignorancia, el vicio y la mentira.
Y, para llegar al monumento, pasear por la plaza más grande de Francia con sus 12 hectáreas, la Place des Quinconces.
Visitar los Passage Sarget, las galerías comerciales cubiertas más lujosas de la ciudad. También es destacable la galería comercial Bordaleise.
Hacer un picnic en el Jardin Public, el parque que más aprovechan los bordeleses en verano.
Perdernos por el barrio de Chartrons, la zona bohemia de la ciudad.
Ver la ciudad mientras navegamos por el Garona.
Ver una película en el cine Utopía, que ocupa una antigua iglesia.
Conocer la historia de Leonor de Aquitania mientras visitamos la Catedral de Burdeos, el lugar donde se casó con Luis VII de Francia.
Descubrir el pasado romano de la ciudad visitando Palais Gallien, un anfiteatro que contaba con una capacidad de 20.000 personas.
Tomar un café en Darwin mientras disfrutamos de los trucos de los skaters.
Entrar en la Librairie Mollat, una librería imprescindible en la ciudad y que ocupa el antiguo piso de Montesquieu. La dirige la misma familia desde que abrió sus puertas en 1886.
Alucinar con la arquitectura del Tribunal de Justicia, obra de Richard Rogers.
Encontrar al apóstol Santiago en la iglesia de Saint Pierre (una de las paradas del Camino de Santiago en la ciudad).
Conocer la hermana pequeña de la Estatua de la Libertad.
Pasear por el Jardín Botánico y disfrutar de su jardín acuático.
Conocer la historia de las momias de Saint Michelle.
Encontrar alguno de los pocos edificios medievales que quedan en la ciudad.
Descubrir que la Basílica de Saint-Seurin es uno de los bienes individuales incluido en el Camino de Santiago Francés e inscrito por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
Pasar por la Gran Sinagoga y conocer que Burdeos fue destino de muchos judíos después del Edicto de Granada y su consiguiente expulsión de España.
Probar la lamprea a la bordelesa, un plato típico de la ciudad que ha cruzado fronteras y también se prepara en partes de Galicia como Arbo, Padrón y Pontecesures.
Visitar la Escuela de Bellas Artes, que se sitúa en la antigua Iglesia de la Santa Cruz.
Entrar en el Ayuntamiento, que ocupa un antiguo Palacio Episcopal y que también acoge el Museo de Bellas Artes.
Contemplar el puente Jacques Chaban Delmas (incluso mejor de noche para verlo iluminado).
Disfrutar de la alta gastronomía bordelesa en uno de sus mejores restaurantes (nuestra elección fue Le Cent 33).
Ya saliendo de la ciudad, visitar la duna más alta de Europa, la Duna de Pilat.
Alquilar una bici y pedalear por la bahía de Arcachon.
Y visitar alguna de las muchas bodegas de Saint Émilion, un pueblo medieval que merece una escapada en exclusiva.