Adega Moraima
En nuestra última lectura, ¿Te cuento un vino? de Enrique López, descubrimos que la Adega Moraima toma su nombre de una maravilla de poema que Celso Emilio Ferreiro escribió a su mujer, Moraima. Una bodega con el nombre de uno de los poemas de amor más relevantes de la poesía europea. ¿No os parece motivo suficiente para visitarla? A nosotros sí, por lo que nos fuimos hasta Barro, en Terras de Pontevedra, para descubrir sus vinos.
La bodega
Adega Moraima se encuentra en el Salnés, una subzona de la D.O. Rías Baixas. Los 11 socios fundadores tenían viñedos que cuidaban y vendimiaban para luego vender la uva a alguna bodega de la zona. En 2006 decidieron juntarse y fundar una bodega para elaborar su propio vino. Cada viticultor viene haciendo más o menos lo mismo, cuidar su viñedo y vendimiar cuando toca, pero con el asesoramiento del enólogo de la bodega, Roberto Taibo. La nueva bodega se encuentra pegada a la nacional 550, la carretera que vertebra Galicia. Allí cuenta con la tecnología necesaria para elaborar sus vinos: depósitos de acero, despalilladora, prensa neumática…
Los viñedos
Toda la plantación de la bodega se encuentra en el ayuntamiento de Barro. En total son unas 13 hectáreas repartidas en 57 parcelas. La más pequeña mide 172 m² y la más grande no llega a una hectárea. Roberto nos acompaña a visitar una de las fincas y nos explica los entresijos de la bodega. Nos cuenta que las viñas se encuentran en valles abiertos y soleados, que es el suelo (mayoritariamente granítico) y el clima atlántico los que aportan un sabor especial a la uva, y que eso es lo que buscan en sus vinos de terroir, que digan de dónde vienen.
En el paseo nos enseña viñas de caíño y de albariño, y hasta vemos alguna cepa de ratiño, una variedad de la que hablaremos más adelante. El sistema de conducción es el emparrado, el tradicional de Rías Baixas y con el que se aleja a la uva de la humedad de un suelo muy fértil. Muchas de las viñas son centenarias y prefiloxéricas (la filoxera es un parásito que asoló las viñedos europeos entre los siglos XIX y XX). Para su cuidado realizan una viticultura integrada, que se caracteriza por utilizar productos agroquímicos compatibles con el medio ambiente (y siempre los menos posibles), junto con técnicas tradicionales como la poda tardía, el aclareo de racimos y el deshojado.
Sus vinos
En Adega Moraima elaboran 4 vinos, todos monovarietales: dos de albariño, uno de caíño y uno experimental de ratiño.
Aba de Trasumia
Su nombre significa ladera detrás del Umia (el Umia es el río que recorre el Valle del Salnés), por lo que viene a ubicar dónde se encuentra la bodega. Para su elaboración se seleccionan los racimos de viñas entre 10 y 35 años. Madura en depósitos de acero y se embotella a finales de abril.
Su nota de cata habla de un color amarillo verdoso brillante, un aroma fresco con frutas cítricas y notas minerales, y un paso por boca amplio, goloso y con una acidez equilibrada.
Moraima Albariño
Para el buque insignia de la bodega solo se utilizan las viñas más viejas, muchas de ellas centenarias. La diferencia en la elaboración con el Aba es que la maceración es un poco más larga, y que tiene una crianza sobre lías de unos 5 meses.
Roberto nos muestra su diferencia en el color, más amarillo. También nos explica que se muestra más intenso en nariz, con aromas a fruta de piedra madura. Y que en fase gustativa es untuoso, con buena estructura en boca y un final afrutado y largo.
Moraima Caíño
Con este vino la bodega recupera una tradición en Rías Baixas, la de elaborar vinos tintos. Prueba de esta tradición es que los viñedos que se utilizan son todos prefiloxéricos. Se elabora con caíño tinto, una uva que da producciones bajas y con maduración tardía (se suele empezar a vendimiar un mes más tarde que el albariño). Después de fermentar 15 con las levaduras propias de la uva, se cría en barrica de roble durante 9 meses.
Descubrimos un vino tinto muy distinto a lo que estamos acostumbrados. Su color es rojo violáceo, con una gran intensidad aromática y un paso por boca untuoso, fresco y con buena acidez.
Mausiño
El vino más especial de Adega Moraima tiene una genialidad de nombre, un juego de palabras con la variedad de la uva utilizada, la ratiño (ratón pequeño en gallego). La bodega está tratando de recuperar esta variedad autóctona, de la que no hay viñas como tal, sino cepas esporádicas y centenarias (se cree que se plantaron en el siglo XVIII). Es un vino experimental que no se puede comercializar, ya que todavía no está incluida en el catálogo de variedades del Ministerio de Agricultura. Pero nosotros tuvimos la suerte de probarlo descubrimos un vino muy distinto.
La fermentación alcohólica dura 15 días. Tiene una crianza sobre lías de 9 meses y sufre una fermentación maloláctica espontánea en primavera. El resultado es un vino con un color amarillo paja, un olor intenso y complejo, con notas de frutos secos. En boca es redondo, poderoso, con recuerdos especiados y retrogusto aromático.
Qué hacer por la zona
Muy cerca de la bodega se encuentra el Parque Natural Río Barosa. El río baja con fuerza, de lo que se aprovechan los 12 molinos que antaño molían harina. También crea bonitas cascadas de las que podemos disfrutar si realizamos la ruta circular de senderismo que recorre el Parque en 3 kilómetros y medio, u otra ruta lineal de casi 12 km.
Y no podíamos despedirnos de otra manera que no fuera recordando los versos de Ferreiro:
Cuando quiero vivir digo Moraima.
Digo Moraima cuando siembro la esperanza.
Digo Moraima y se pone azul el alba.
Cuando quiero soñar digo Moraima.
Digo Moraima cuando la noche es cerrada.
Digo Moraima y la luz se pone en marcha.
Cuando quiero llorar digo Moraima.
Digo Moraima cuando la angustia me asfixia.
Digo Moraima y el mar se pone en calma.
Cuando quiero sonreír digo Moraima.
Digo Moraima cuando la mañana es clara.
Digo Moraima y la tarde se pone mansa.
Cuando quiero morir no digo nada.
Y me mata el silencio de no decir Moraima.
Viña Moraima
Grazas pola visita. Ata cando queirades!
JOSE D.
Soy muy fan de la D.O. Rías Baixas. Para mi gusto ofrece mayor variedad que otras denominaciones más «estandarizadas». Suscribo completamente que los vinos «digan de dónde vienen». En cuanto a las viñas prefiloxéricas he comprobado que sobre todo en bodegas grandes, suelen corresponder más al marketing que a la realidad debido a que muchos enólogos no las consideran lo suficientemente interesantes cómo para ofrecer sus frutos de forma individual. Por eso suelo preferir las bodegas pequeñas y que beben de una larga tradición vinícola cómo Adega Moraima, puesto que todavía ofrecen poesía en una botella, y por eso es ideal que su nombre esté inspirado en un bello poema de amor de Ferreiro. ¡¡Cada vez me están entrando más ganas de volver a Galicia!!
Naiara de ModoTraveller
Soy muy fan del enoturismo y siempre que puedo visto alguna bodega de la zona. No conocía Adega Moraima aunque sí puedo corroborar que el albariño me encanta jajaja! Pero menudo bajón me ha entrado al leer que el Mausiño no se comercializa… 😓 Me la apunto para cuando vaya a Galicia….! Además esa rutita por los alrededores es un plus!!
jordi
Pues me apunto este nombre de Adega Moraima. La verdad es que aunque no somos muy fans de los vinos sí quie los somos de las visitas enoturísticas, por lo que tiene de importancia la cultura vinícola en el territorio. Habremos estado en más de 10 bodegas y nos encantam estas de tipo familiar, con Adega Moraima, dónde todo el proceso se realiza con ese amor que solo las pequeñas bodegas pueden ofrecer
Otro motivo más para regresar a Galicia.