Un paseo por el cementerio de Pere Lachaise
Nos encanta visitar cementerios por muchos motivos: Por su arquitectura, donde puedes encontrar numerosos estilos en un solo recinto; por conocer las historias de los ilustres que están enterrados... En definitiva, porque son museos al aire libre que muchas veces pasan desapercibidos. Y hoy os llevamos a conocer el más famoso del mundo. Hoy vamos a visitar el cementerio de Pere Lachaise.
Breve historia del cementerio
Esta necrópolis fue construida a principios del siglo XIX, encargándose del proyecto el arquitecto Alexandre Théodore Brongniart. Realmente lo que hoy vemos no es exactamente como él lo ideó, ya que faltan algunas esculturas y con los años sufrió numerosas ampliaciones. Hoy ocupa un espacio de 43 hectáreas y 93 áreas y cuenta más de 70 000 tumbas, 5300 árboles y numerosas esculturas. Más de 2 millones de personas lo visitan cada año, siendo una de las atracciones turísticas más visitadas de París.
Su nombre es un homenaje a François d’Aix de La Chaise, popularmente conocido como Pere Lachaise, quien era el confesor de Luis XIV y persona de influencia sobre el monarca.
Además de por sus tumbas, el cementerio es conocido por el Muro de los Federados, el lugar donde fueron fusilados 147 comuneros (dirigentes de la Comuna de París).
Vamos ahora a pasear por el cementerio a la vez que conocemos la historia, que merece ser contada, de 10 personas que descansan en este camposanto.
Cómo llegar y horario
La forma más fácil de llegar al cementerio es en metro, ya que las líneas 2 y 3 tienen parada a las puertas de Pere Lachaise (parada homónima). El camposanto abre a las 8 de lunes a viernes, 8:30 sábados y 9:00 los domingos, y cierra todos los días a las 18:00.
Pére Lachaise en 10 historias
La visita al cementerio puede durar tranquilamente un día, pero como no todo el mundo es tan fan de los cementerios como nosotros hemos seleccionado las tumbas de 10 personalidades para que podáis hacer una visita rápida. Os adjuntamos el mapa del cementerio con las principales personalidades que están enterradas por si queréis ampliar la experiencia.
La de un genio del piano – Chopin
Hablar de Frederic Chopin es hacerlo de uno de los grandes genios de la historia de la música y del padre del piano moderno. Cuando los músicos componían piezas para orquestas completas, Chopin las hacía solo para piano (así pasa en la mayoría de las más de 230 obras que se conservan). Destacó desde joven como niño prodigio, tocando para emperadores y zares. Le gustaba tocar a oscuras o con solo la luz de la luna, en parte por su timidez (apenas dio conciertos públicos en grandes salas). A la hora de tocar utilizaba el rubatto, una técnica que utiliza una pequeña aceleración o desaceleración del tempo. En el caso de Frederic, la mano izquierda tocaba el tempo exacto de la pieza, y la mano derecha tocaba con rubatto.
Si os gusta el salseo, su relación con Aurora Dupin, más conocida como George Sand, lo tiene todo para convertirse en una telenovela (todavía hoy se desconoce el tipo de relación que tuvieron pero que duró 10 años). Una muestra de su extraña relación son sus primeras reacciones al conocerse:
-Qué antipática esa Sand. ¿Es una mujer? Lo dudo…
-Ese señor Chopin… ¿Es una niña?
Su tumba es una de las más visitadas en Pere Lachaise. Está coronada por una estatua de Euterpe, musa de la música. En la base hay una inscripción que dice La Musique en Pleurs, la música llora.
La de la reina del escándalo – Colette
Esta es la historia de una pueblerina sin estudios que llegó a presidir la Academia Goncourt (sociedad literaria francesa). Una historia marcada por la genialidad y la polémica. Sidonie-Gabrielle Colette nació en un pequeño pueblo de la Borgoña en 1873. Se casó con un hombre 14 años mayor que la llevó a vivir a París. Él, un escritor sin talento que utilizaba negros para escribir sus novelas, vislumbró el talento de su esposa y la incitó a escribir. Claudine en la escuela, la primera de la serie autobiográfica Claudine, fue todo un éxito, pero iba firmada por Willy, el seudónimo de su marido. No fue hasta que se divorció de él que pudo empezar a firmar sus obras como Colette.
Sus relaciones, tanto con hombres como con mujeres, se sucedían al igual que sus éxitos literarios. A su relación con Missy, una aristócrata, travestida lesbiana y drogadicta, o con el hijastro de su segundo esposo le siguieron éxitos como Chéri o Gigi.
Fue una mujer que vivió como quiso en una época en la que hacerlo se consideraba un escándalo. Que creó el prototipo de adolescente moderna y que, a pesar de que la iglesia católica le negó un funeral, recibió funerales de estado por parte de la República, el primero dedicado a una mujer. Su tumba siempre se encuentra cubierta de lápices que los visitantes dejan a modo de homenaje.
La de una tumba vandalizada – Wilde
Oscar Wilde fue increíble escritor, dramaturgo y poeta irlandés. Su vida da para un artículo (o varios), pero aquí vamos a hablaros de lo que aconteció después de su muerte. Wilde murió de una meningitis el 30 de noviembre de 1900 en la más absoluta bancarrota. Sus amigos le costearon un entierro en el cementerio de Bagneaux. En los siguientes años su amigo Robert Ross logró el suficiente dinero vendiendo las obras de Wilde como para saldar sus deudas y comprar una tumba en Pere-Lachaise. En 1909 los restos del autor son enterrados en su nueva morada y al año siguiente Helen Carew dona 2.000 libras para erigir un monumento en su honor. La obra, diseñada y realizada por Jacob Epstein, representa a una esfinge en pleno vuelo, inspirada en el poema de Wilde La Esfinge.
Hasta aquí la historia de cómo Oscar Wilde pasó de un pequeño cementerio a estar enterrado en el de mayor fama de la ciudad y con un espectacular monumento. Pero siendo Oscar Wilde, a la historia le falta drama… Cuando los funcionarios del cementerio vieron la escultura se escandalizaron por su desnudez, por lo que decidieron cubrirla con una lona y tapar los testículos con una placa de bronce. En 1961 los genitales fueron arrancados por unos vándalos y nunca más aparecieron. Si la obra no hubiese sufrido ya bastante, en los 90 se puso de moda dejar la marca de los labios en ella. En 2011, en el aniversario 111º de su nacimiento, se coloco una barrera de vidrio antibesos, para proteger la piedra del monumento. La historia de la tumba parece que está a la altura de quien allí reposa, ¿no creéis?.
La de un autor comido por su obra – Saint-Exupery
Porque aunque Saint-Exupery es mundialmente conocido, no lo es comparado con su obra, «Le Petit Prince«. La historia, una de las más vendidas del mundo, nos ha dejado frases que todos conocemos (lo esencial es invisible a los ojos), o ilustraciones inolvidables (el elefante y la serpiente). Pero desde aquí queremos reivindicar la figura de la persona. Aunque estudió arquitectura en la Escuela de Bellas Artes de Francia (lo que sirvió para pintar alguna de las ilustraciones de sus libros), se dedicó a su verdadera pasión, la aviación.
En uno de sus trabajos como piloto (director de Aeroposta Argentina) dio forma a su novela Vuelo nocturno (con el que ganó el Prix Femina, un importante galardón literario francés) y conoció a la que sería su gran amor, la salvadoreña Consuelo Suncín. Pero no solo recibió premios literarios, también obtuvo la medalla de la Legión de Honor por rescatar a aviadores caídos que habían sido tomados prisioneros por fuerzas marroquíes. Participó en la II Guerra Mundial y durante una misión de reconocimiento su avión desapareció en el Mediterráneo. Su cuerpo fue encontrado varios días después y ahora reposa bajo una sencilla lápida de piedra que suele estar decorada con mensajes y dibujos de amantes de El Principito.
La de la gran dama francesa de la canción – Piaf
El pequeño gorrión no tuvo precisamente una vida de color de rosa. Edith Giovanna Gassion nació en plena calle, hija de un acróbata y de una cantante de cabaret de poca monta. Sus padres se separaron poco después. Primero quedó al cargo de su hija, pero sus estrecheces económicas y sus problemas con el alcohol provocaron que fuese su padre quien tuviese que criarla. Su tutela no duró mucho. Se marchó de gira y la dejó al cuidado de su abuela, quien era la dueña de un burdel. Su vida no tuvo un gran comienzo…
Con 16 años se queda embarazada y da a luz una niña, pero muere a los dos años de meningitis. Edith cantaba en algunos bares y en la calle para ganarse la vida. Hasta que una buena mañana, quizá la primera con algo de fortuna en su vida, la descubre el propietario del cabaret Gerny´s, uno de los más populares de París. Por su aspecto desvalida la llama môme Piaf (gorrioncito), y ahí comienza la meteórica carrera de Edith Piaf.
El resto de su vida estará ligada tanto a su éxito profesional, en la canción y en la actuación, como a la desgracia en su vida privada. Su gran amor, el boxeador Macer Cerdan, murió en un accidente aéreo cuando viajaba de París a Nueva York para verla. A su dependencia del alcohol hay que añadirle la morfina, a la que se enganchó después de un accidente. Sufrió enfermedades aunque la que terminó con su vida fue un cáncer.
Edith tuvo una vida complicada, pero no se arrepintió de nada.
La del señor de la patata – Parmentier
Antoine Auguste Parmentier fue un agrónomo y farmacéutico francés, pero por lo que sobresalió fue por convertirse en un maestro del marketing. Sus ocurrencias resultaron clave para el devenir de la gastronomía francesa, y por su apellido ya podéis intuir a qué nos referimos.
En la segunda mitad del siglo XVIII en Francia la patata estaba considerada un alimento apto solo para animales. Los clérigos predicaban en su contra, ya que la biblia no la menciona ni una sola vez (parece que dios tampoco había descubierto América), se creía que era indigesta e incluso que causaba lepra. Pero Parmentier había sobrevivido dos semanas en una cárcel de Westfalia a base de patatas, así que sabía que sus compatriotas se equivocaban e intentó hacerlos cambiar de idea por todos los medios.
En 1772 recibió un premio por un estudio que demostraba el valor nutricional de la patata y le otorgaron unos terrenos para que pudiera cultivarlas. Lo que hizo fue plantar el tubérculo y postrar a dos guardas a vigilar la finca. Estos guardias podían aceptar sobornos y descansaban por la noche, dando la posibilidad de que la gente las robase. Otra acción fue la de realizar grandes banquetes con las personas más prominentes en los que cada plato llevaba como ingrediente la patata. En una recepción en palacio en 1786 Parmentier apareció con un ramo de flores de patata. El rey se puso una en la solapa y la reina hizo una corona de flores. Fue el último impulso para popularizar el pan de los pobres.
En su tumba se colocan patatas a modo de homenaje a una persona que hizo mucho más por acabar con el hambre que muchos que copan portadas de revistas por su filantropía.
La del cuadro censurado (en su época y ahora) – Delacroix
Censura y arte son dos palabras que suelen ir juntas. Una de las múltiples funciones del arte es provocar y eso es lo que consiguió Delacroix con su cuadro La libertad guiando al pueblo (1830). En él vemos a Marianne, una alegoría de la República Francesa, con un gorro frigio y sus pechos al descubierto. La siguen hombres de diferentes estratos sociales para representar que el pueblo apoya las revueltas.
El cuadro, que hace referencia a las revueltas contra Carlos X a finales de julio de 1830, fue censurado para evitar más revueltas, ya que el tema estaba demasiado caliente (además enseñaba los pechos desnudos de una mujer…). Ironías de la vida, volvió a ser censurado casi 200 años después por Facebook por enseñar unos pechos. Siglo XXI. Unos pechos en un cuadro. Y, como decíamos, la provocación llama al arte y viceversa. La censura de la gran F sirvió de inspiración a Rigoberta Bandini para componer Ay Mamá. Su pregunta por qué dan tanto miedo nuestras tetas sigue sin respuesta casi dos siglos después del cuadro de Delacroix.
La del renovador de París – Hausmann
Hablamos de escritores, compositores, pintores… pero ahora vamos a hablar de un abogado. Un abogado que cambió para siempre la fisionomía de la ciudad.
A mediados del siglo XIX París era una ciudad caótica, donde imperaban las epidemias y brotaban las revoluciones. Para cambiar esto Napoleón III encargó en 1853 a Georges-Eugène Haussmann la reurbanización de la ciudad. Y Haussmann lo cambió TODO. Demolió 19.730 edificios y construyó 34.000. Eliminó las calles estrechas y serpenteantes, tan propias del medievo, y erigió su gran obra: el París moderno. Grandes avenidas flanqueadas por árboles que irradian desde monumentos como el Arco del Triunfo. Una altura uniforme para todos los edificios, viviendas construidas en piedra color crema, grandes plazas, parques urbanos, un sistema de cloacas, gaseoductos para iluminar las calles y los edificios… París pasó en 20 años de ser una ciudad medieval a ser la más moderna del mundo.
La obra fue muy controvertida. Por un lado se le criticaba por destruir el París antiguo. Por otro, los gastos de las obras fueron tan altos que Napoléon se vio obligado a despedir a Haussmann en 1870 (aunque las obras seguirían varias décadas más).
De acuerdo o no, la ciudad más visitada del mundo no sería lo que es hoy si no fuese por Haussmann, del que nos quedó un boulevard con su nombre y su tumba en Pere Lachaise.
La del mayor proyecto literario de la historia – Balzac
Hablar de Honoré de Balzac es hacerlo de su gran obra, La comedia humana. A lo largo de su vida escribió muchas de las 137 novelas interconectadas que reflejan la sociedad francesa post napoleónica para, según sus palabras, hacerle la competencia al Registro Civil. Sin embargo, su muerte prematura (murió en 1850 con 51 años) impidió que finalizase su magna obra, que se quedó en 85 novelas y 9 relatos y ensayos. Aún así es un volumen grandísimo para escribirlo en apenas 20 años. Para lograrlo dedicaba unas 15 horas al día a la escritura (y numerosas tazas de café para poder soportarlo). Se dice que su salud siempre era endeble y se culpa a estas jornadas maratonianas de trabajo de ello. Leer alguna de sus novelas es una buena manera de honrar su legado.
La de dos enamorados – Eloísa y Abelardo
Dejamos para el final el monumento funerario sobre la historia más romántica del cementerio de Pere Lachaise: la de Eloísa y Abelardo. Un ejemplo de amor prohibido, perseguido y castigado.
El canónigo Fulbert buscaba un profesor para su sobrina Eloísa, y se fija en Pierre Abelard, a quien le ofrece alojamiento a cambio de sus clases. Pero la relación tutor-alumna pasó a más, como Abelardo recoge en sus memorias.
Nos encontramos unidos primero en la misma casa, luego en el mismo corazón… Intercambiábamos más besos que ideas sabias. Mis manos se dirigían más a sus senos que a los libros…
Como era de esperar, Eloísa se quedó embarazada y huye junto a Abelardo para escapar de la ira de su tío. Se van a la Bretaña, donde nace su hijo. Pero la dicha dura poco, pues la criatura muere poco tiempo después.
Fulbert logra encontrarlos, hace que castren a Abelard y se lleva a su sobrina. Abelard dedica el resto de su vida a la enseñanza en distintos centros religiosos. Eloísa, por su parte, se retira al convento de Paraclet, donde llega a ser abadesa durante más de treinta años.
Ante la imposibilidad de volverse a ver, comienzan una relación epistolar. Estas cartas se convierten en un referente literario medieval, fuente de inspiración para muchos autores posteriores (Petrarca, Alexander Pope, Rousseau…).
Abelardo murió de fiebres en 1142, y Eloísa lo haría 21 años más tarde, dejando indicación de que la enterrasen junto a su amado. Ya que no podían haber estado juntos en vida, lo harían en muerte. La leyenda dice que cuando se abrió la tumba de Abelardo para depositar el cuerpo de Eloísa, este extendió los brazos para recibir, por fin, a su amada.
Y hasta aquí llega nuestro paseo por el cementerio de Père Lachaise. Toda una lección de historia, literatura, música… mientras paseamos por un bellísimo camposanto. Quedan muchos ilustres por nombrar, así que es posible que este artículo tenga segunda parte.